Tres emprendedores desarrollaron un sistema para que limpiar el mate sea
más sencillo. Cómo surgió la idea, que requirió $ 100 mil de
inversión.
Se lo puede tomar como otro invento del pop. Y no estaría mal. Era de
noche y Víctor Filipich tocaba el piano. Apoyados, cincos mates con
yerba fría y vieja aguardaban a ser limpiados. Quería seguir tocando y
disfrutar un poco del agua caliente a través de la bombilla, pero pensar
que tenía que limpiar los mates lo detenía. Allí se encendió su
lamparita creativa y pensó: “¿Por qué no inventar un sistema para
limpiar el mate de una manera más sencilla?”.
Llegó su hermano Damián Filipich –ingeniero de profesión- y lo ayudó a
bocetar un primer diseño del producto que hoy en día es una realidad:
Mate Santo, un mate de plástico rígido, fabricado en distintos colores y
que permite sacar la yerba a través de un cómodo mecanismo. El mate
posee un doble fondo que, al tirar de la bombilla, se levanta y trae
consigo la yerba usada.
El mecanismo. Paso por paso cómo funciona el sistema Mate Santo.
Los hermanos –oriundos de Bahía Blanca- se asociaron con Sandra
Vitale, cuya familia posee en el sur de la provincia un negocio de
monturas, mates y demás productos del rubro. Entre los tres, y con una
inversión inicial de $100 mil (que ya recuperaron), desarrollaron la
matriz que le dio vida a Mate Santo, cuyo nombre se explica a partir de
su slogan: “Pedirle más sería un milagro”.
Y si bien empezaron el 30 de marzo de 2012, cuando se presentaron en
Fisa, la feria de la producción, el trabajo, el comercio y los servicios
que se realiza en Bahía Blanca, el mate ya puede encontrarse en la
Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Río Negro,
Corrientes, Neuquén, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
Su paso por la feria bahiense comenzó de la peor manera. “Todos
pasaban y nadie lo miraba, porque creían que era un mate común”, explica
Víctor Filipich, quien aclara que “es un sistema de vaciado, más que de
un mate”. Pero la suerte comenzó a cambiar: “El primer día vendimos 3,
después 10 y así arrancamos”.
El siguiente salto fue llegar a la Ciudad de Buenos Aires y lograr
que el producto tuviera un lugarcito entre los kioscos porteños. A los
tres meses, y a través de un distribuidor, comenzaron a ubicar a Mate
Santo. “En Buenos Aires existe lentitud para la aceptación, porque a los
kiosqueros se les complica mostrar el producto por falta de tiempo.
Pero la gente que una vez lo compró, vuelve. Es un producto nuevo que se
diferencia del resto”, cuenta Filipich.
Cambio en la rutina
De los acordes pop de "Savoretti y los indescriptibles", la banda
donde Víctor Filipich tocaba el piano o la guitarra, según surgiera la
necesidad, al negocio de Mate Santo, hubo un salto que no esperaban. “Yo
no estaba acostumbrado a hablar de cheques o distribución. Es como si
un empresario fuera a la música”, compara Filipich y habla de los
primeros errores del emprendimiento.
“Mi error fue querer controlar el precio. Tenemos varios locales y yo
quería ubicar el precio a $ 90 final y ahora está a $ 120, $ 150. Esa
fue mi lucha y la di por perdida. Ahora mi lucha pasa porque la gente
sepa que está a muchos valores”, cuenta y suma otro error: “Otra cosa
que me arrepiento es de no haber hecho local propio, pero lo digo con el
diario del lunes”.
En cuanto al futuro de Mate Santo, la idea es renovar el diseño, para
ganar variedad en el mercado. “Lo que sigue es hacer otra matriz con
otro modelo, para mechar un poco cada pedido. Además, nuestra idea es
jugar con el precio, hacerlo más barato”, proyecta Filipich, entre
amargos y, por qué no, algunos dulces.
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