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viernes, 2 de agosto de 2013

Con buena letra, la aplicación aérea minimiza los riesgos

Fitosanitarios. Los aeroaplicadores destacan que el sistema no es nocivo en términos ambientales.

 

“La aviación agrícola es una labor fundamental para el futuro de la agricultura sustentable; actualmente se compone de pequeñas empresas, en su gran mayoría familiares, distribuidas estratégicamente en las distintas áreas productivas del país. Se utilizan aviones específicos, especialmente diseñados para ayudar a los agricultores en la producción segura, económicamente accesible y abundante de alimentos, fibras y biocombustibles”. Así de claro lo describe Sandro Peisino, piloto aeroaplicador con más de veinte años de experiencia.
Los aplicadores aéreos son profesionales altamente capacitados que han hecho una gran inversión en su negocio. Al igual que todos los profesionales que tienen que ver con la salud humana, el medio ambiente y la seguridad, realizan su trabajo de una manera responsable.
Algunas autoridades políticas de pequeñas poblaciones han actuado bajo presión –con escasa información– y decidieron prohibir las aplicaciones aéreas en sus distritos. Ante estas realidades es imperioso señalar que los aplicadores aéreos también contribuyen a la protección forestal en la lucha contra el fuego y juegan un papel mundialmente importante en la lucha contra enfermedades como dengue, leishmaniasis, malaria, changas, filariosis linfática y ayudan a controlar los insectos portadores de esas enfermedades.
La Federación Argentina de Cámaras Agroaéreas promueve las prácticas responsables y los buenos usos en la actividad y los beneficios de las aplicaciones aéreas para asegurar el éxito continuo y sustentable en la producción de alimentos. Algunos agricultores ya se han dado cuenta de que el uso de un avión agrícola para hacer los tratamientos en determinados momentos de sus cultivos es más eficiente y eficaz, brindando mayor control y disminuyendo la cantidad de fitosanitarios requerida porque se logra mayor penetración en el cultivo. Esto convierte a la aviación agrícola en una herramienta fundamental en la agricultura como complemento de las aplicaciones terrestres.
Aviación agrícola. Sólo los aviones pueden tratar eficientemente grandes extensiones de campos en poco tiempo, a pesar de estar inundados o tener grandes irregularidades, haciendo los tratamientos en el momento más oportuno para lograr el mejor resultado. El uso del avión agrícola ayuda a cuidar el ambiente pues las aplicaciones aéreas requieren menos agua; no pisan el cultivo; mejoran el rendimiento de la producción de granos con menos insumos; no diseminan enfermedades a los lotes linderos; no producen compactación y evitan labores posteriores que consumen combustible.
Las aplicaciones aéreas son un componente crítico de la agricultura intensiva que exige elevada productividad y sustentabilidad en una superficie de producción limitada y que contempla el uso responsable de los productos fitosanitarios y beneficia al ambiente al contribuir al máximo rendimiento de los cultivos, en el menor número de hectáreas utilizadas, con el mayor aprovechamiento de los insumos.
Responsabilidad y reglas claras. Cada aplicador debe estar matriculado como corresponde, e incluso deben matricularse los productores que hacen pulverizaciones en sus propios campos. También las máquinas deben estar verificadas y en óptimas condiciones.
Los aplicadores deben acceder a cursos de capacitación lo más seguido posible y es importante que desde la sociedad haya un control. Si hay algún tipo de riesgo, o no se hacen las aplicaciones como corresponde, o las condiciones climáticas no son ideales, el municipio debe tener la facultad de postergar la acción hasta que se den las condiciones de hacerlo bien.
La distancia no garantiza nada. Ramiro Cid, del Instituto de Ingeniería Rural de Inta, advirtió recientemente que la distancia a observar no tiene relación directa con la garantía de que no haya riesgo. Lo que sucede es que puede reglamentarse la aplicación a cinco, siete o 10 mil metros, pero se pierde una importantísima cantidad de hectáreas de cultivos. Una distancia razonable es de 500 metros. Pero si las cosas se hacen mal (por ejemplo aplicar a favor del viento, con gotas chicas) se puede llegar a ocasionar algún problema al pueblo. Haciendo todo bien y con conocimiento, con cinco metros alcanza perfectamente para no generar ningún daño. Si el viento se aleja del pueblo no hay absolutamente ninguna forma de que las gotas lleguen al pueblo.
“No es una cuestión de distancias sino de conocimientos, de capacidad, de control y de responsabilidad”, aseveró Cid. Las diferencias están en cómo se usa una herramienta u otra. El avión requiere de espacios mayores a los que necesita una pulverizadora terrestre.
Cid adelantó que hay una propuesta que surgió de un grupo de profesionales de Crea, ingenieros agrónomos, Inta, entre otros. Hablan de 100 metros para aplicaciones aéreas pudiendo trabajar perfectamente. (con el uso de productos seguros, tamaño de gota adecuada, viento hacia afuera del pueblo). En Europa las normativas legales fijan distancias de entre tres y cinco metros (más o menos). La última norma de la Comunidad Europea fija distancia de no aplicación de cero metro. O sea que si frente a la ventana de tu casa está el cultivo se pueden hacer las aplicaciones. Pero obviamente hay que hacer todo como corresponde.
Información difundida por la Cámara de Empresas Aeroaplicadoras de la provincia de Santa Fe.

Fuente: La Voz del Campo

 

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